El libro de la hija by Inma López Silva

El libro de la hija by Inma López Silva

autor:Inma López Silva
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788426406484
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España


Una bonita comuna en la aldea

Siempre he pensado que lo más importante que mi madre me ha enseñado es a lavar un colador. Primero friegas por un lado y por el otro con el estropajo con jabón. Luego, para quitarle la espuma, le pones una mano por debajo para que el agua no escurra y haga su trabajo. Vale para coladores, lavadores de verduras, ralladores, filtros y tamices. Una enseñanza útil de verdad. Porque las cosas prácticas e inmediatas son las que valen. No andar dándole demasiadas vueltas al pasado. Asumir que el futuro aún no es. Entender que hay que vivir en el presente. Lavar un colador.

Entendí esto de manera definitiva cuando tuvimos que dejar la Casa Violeta y buscar otra opción. Okupar otro edificio en aquel momento se hacía francamente complicado, porque, por surrealista que parezca, Ágora había conseguido tres concejales y sus votos eran llave en votaciones complicadas, así que para tener contento al montoncito de personas que había votado a los fascistas el alcalde decidió endurecer todo tipo de medidas contra lo que los votantes de Ágora llamaban «perroflautas». Nosotros, vaya. Luego, cuando Ágora ganó las elecciones, fue todavía peor. Entonces sí que entendí que tenía que marcharme de la ciudad.

En realidad, cualquiera podía acabar en chirona por ir de valiente, pero nosotros más. Y total, la crisis ya había acabado con casi todos los débiles, así que las inmobiliarias podían volver a empezar, y por supuesto que lo habían hecho. La mayor parte de los edificios okupables para reconvertir el proyecto de la Casa Violeta o estaban ya en construcción para viviendas de lujo y oficinas, o en poder de los fondos buitre, que los habían comprado no se sabe muy bien cuándo para alquilarlos a precios desorbitados. Ya habían pasado los tiempos en que la gente, desahuciada, se había metido a okupar edificios abandonados por las inmobiliarias en quiebra y había comprendido claramente lo que Bruno tanto había luchado por hacer entender. Por aquella época, ya todo el mundo se había contentado con cobrar la mitad de lo que había cobrado en otro tiempo por trabajar el doble de horas, para malpagar los alquileres manipulados por los bancos y los fondos de inversión, o nuevas hipotecas que, no sé por qué, les parecían más bonitas que las anteriores a la crisis. Julepe se hartaba de decir «¿Veis como tenía yo razón?», y los demás se la dábamos entre la resignación y la tristeza.

Bruno cayó en una depresión. La Casa Violeta había sido su sueño, su proyecto vital, y ahora estaba en silla de ruedas.

Fue un reportaje de mi madre, publicado mucho tiempo antes, el que en realidad nos animó a dar un paso adelante. Después de la ola de incendios de 2002, mamá se empeñó en investigar sobre la especulación forestal. Nos lo contó un día en casa de Félix, que le vaticinó que nunca podría publicar nada sobre eso, pero ella dijo que quería hacerlo igual, que alguien tenía que contar cómo las



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